Somos Movimiento

Hasta hace pocos años el buen arquitecto desarrollaba su labor basándose en su destreza como dibujante, eso llevó a muchos a caer en la trampa del dibujo, aunque por lo general el buen dibujante era buen proyectista. Siempre se trató de transmitir al papel aquellos espacios soñados y hacer que la labor del dibujo enriqueciese ese sueño y así crear un proceso de retroalimentación de ideas.

Somos Movimiento
Hasta hace pocos años el buen arquitecto desarrollaba su labor basándose en su destreza como dibujante, eso llevó a muchos a caer en la trampa del dibujo, aunque por lo general el buen dibujante era buen proyectista. Siempre se trató de transmitir al papel aquellos espacios soñados y hacer que la labor del dibujo enriqueciese ese sueño y así crear un proceso de retroalimentación de ideas.
No conozco a ningún gran arquitecto que no haya tenido una capacidad gráfica asombrosa, sea cual sea la forma o herramienta utilizada para expresarse, incluida la palabra. Lo único cierto es que la arquitectura ha sabido adaptarse, hemos sabido siempre contar cosas, hemos dibujado, hemos pintado, hemos hecho maquetas, esculpido formas y resuelto constructiva y estructuralmente nuestras ideas. 
Pero sin duda el mayor salto que hemos experimentado ha sido la incorporación en nuestro proceso proyectual de una herramienta brutal, no siempre bien utilizada, pero en cualquier caso de un potencial inédito, me estoy refiriendo al desarrollo del 3D y la creación infográfica. Sin duda el exponencial desarrollo de esta herramienta produjo durante un tiempo un cierto desequilibrio entre el proceso proyectual y la imagen del producto, no siendo siempre coherente el uno con la otra, esto se explica por una falta de confianza y dedicación que el arquitecto mostró en un principio.
Lo que hemos venido a llamar infografías, inicialmente no era más que un requisito impuesto por el mercado para poder mostrar al cliente una imagen (habitualmente deformada) de lo que sería su proyecto. No puedo dejar de pensar en esos restaurantes cutres en los que un tablero expone fotos de los platos combinados para que el "guiri" de turno ponga a funcionar sus jugos gástricos y potencie su ya de por sí ansiosa necesidad consumista. Afortunadamente hemos superado ese momento.
En la actualidad somos muchos los que hemos entendido la enorme capacidad creativa que nos aporta la posibilidad de incorporar esta herramienta a nuestro proceso creativo, pues ya no se trata de  “pasar a limpio“  nuestros pensamientos, sino que ahora tenemos la proyección de la mente en nuestras manos.  Estamos diseñando piezas enormemente complejas, antes impensables, incalculables… estamos introduciéndonos en ellas, incorporando el movimiento a nuestra creación, aprendiendo de ella, ahora el proceso de retroalimentación se ha multiplicado y esto nos da una libertad asombrosa. 
Hemos superado el miedo informático, ya no nos puede vencer porque estamos de su lado. Es asombroso ver a personajes como Peter Cook haciendo realidad su sueño en la Kunsthaus de Graz, alcanzando su particular futurismo, impensable apenas treinta años antes; o las estructuras de Frank O Ghery alcanzar su auténtica escala antes de lo que hubiese soñado su creador. En ese sentido, defenderé la actitud de ir por delante, tan por delante a veces que no alcancen argumentos para rebatir nuestra capacidad creativa. 
Por primera vez, la arquitectura parece adelantar al arte en general, aún está por hacer la música que acompañe a estas nuevas creaciones, está por desarrollar la pintura tridimensional, la escultura ha sido absorbida por la multiplicidad de escalas arquitectónicas y el cine… el cine que es nuestra madre patria, seguirá siendo nuestra fuente de inspiración ahora más que nunca hasta que nos fundamos definitivamente con él. El resto de las artes me perdonen, pero están muertas.
Así pues, y basándome en el único punto de partida posible, defendemos el movimiento como el nuevo parámetro que de forma inspiradora se sumará a los demás introduciéndose en el centro de gravedad del proceso. Vamos a hacer el cine realidad, vamos a crear atmósferas llenas de emoción, donde el silencio y la quietud sean provocados; vamos a vivir en el espacio mientras lo creamos, construyéndolo o no, ya que tarde o temprano acabará haciéndolo por sí solo, y a tenor de lo que le ocurriera a nuestros predecesores y la constante evolución no habrá que esperar treinta años.
En un futuro no muy lejano podremos archivar y manipular mentalmente imágenes y espacios soñados, ese día será el inicio de una nueva civilización. Para entonces deberíamos tener ordenado  y aprendido el proceso, solo por si se nos va la luz.